Módulo 1: Fundamentos del cannabis y el CBD
CBD y THC: definiciones y diferencias básicas
Cuando hablamos de cannabis, dos siglas aparecen constantemente en la conversación: CBD y THC. Aunque ambos compuestos provienen de la misma planta, Cannabis sativa, sus efectos en el cuerpo humano son notablemente diferentes. Comprender estas diferencias es fundamental para cualquier persona interesada en el bienestar natural y en tomar decisiones informadas sobre el uso de productos derivados del cannabis.
Dos moléculas, dos historias distintas
El THC, cuyo nombre completo es trans-Δ9-tetrahidrocannabinol, y el CBD, o cannabidiol, son los dos fitocannabinoides más estudiados y abundantes en la planta de cannabis [1]. Ambos comparten el mismo origen vegetal y pertenecen a la familia de los cannabinoides, un grupo de más de cien compuestos químicos únicos que produce esta planta milenaria. Sin embargo, a pesar de esta relación familiar, CBD y THC son moléculas con personalidades completamente diferentes.
Desde el punto de vista químico, THC y CBD son lo que los científicos llaman “isómeros estructurales”. Esto significa que ambos compuestos tienen exactamente la misma fórmula molecular —el mismo número de átomos de carbono, hidrógeno y oxígeno— pero estos átomos están organizados de manera diferente en el espacio tridimensional [2]. Esta diferencia en la arquitectura molecular, aunque pueda parecer sutil en el papel, tiene consecuencias profundas en cómo cada compuesto interactúa con nuestro organismo.
Imagina dos casas construidas con exactamente los mismos materiales: el mismo número de ladrillos, ventanas y puertas. Sin embargo, una casa tiene las ventanas orientadas al sur y la otra al norte; una tiene la cocina en la planta baja y la otra en el primer piso. Aunque los materiales sean idénticos, la experiencia de vivir en cada casa será completamente distinta. De forma similar, la diferente disposición espacial de los átomos en CBD y THC determina que cada molécula encaje de manera única con los receptores de nuestro cuerpo, produciendo efectos muy distintos.
El sistema endocannabinoide: la clave para entender las diferencias
Para comprender por qué CBD y THC actúan de forma tan diferente, primero debemos conocer el sistema endocannabinoide, un complejo sistema de comunicación celular presente en todos los mamíferos. Este sistema, descubierto en los años noventa, está compuesto por receptores, moléculas señalizadoras y enzimas que trabajan juntas para mantener el equilibrio interno del organismo.
Los dos receptores principales de este sistema son el CB1 y el CB2. Los receptores CB1 se encuentran principalmente en el sistema nervioso central, concentrados en áreas del cerebro que controlan funciones como la memoria, el movimiento, la percepción sensorial, la coordinación y el placer [3]. Por su parte, los receptores CB2 están distribuidos principalmente en células del sistema inmunológico y en tejidos periféricos, donde participan en la regulación de respuestas inflamatorias e inmunitarias [3].
Aquí es donde la historia de CBD y THC comienza a divergir de manera significativa. El THC actúa como un agonista parcial de los receptores CB1 y CB2, lo que significa que se une directamente a estos receptores y los activa, aunque no de forma completa [4]. Cuando el THC se une a los receptores CB1 en el cerebro, desencadena una cascada de efectos que incluyen la sensación de euforia, la alteración de la percepción del tiempo y el espacio, cambios en el estado de ánimo y modificaciones en las funciones cognitivas. Esta activación directa del receptor CB1 es precisamente lo que produce los efectos psicoactivos característicos del THC [4].
El CBD, por el contrario, tiene una relación mucho más sutil y compleja con el sistema endocannabinoide. En lugar de activar directamente los receptores CB1 como lo hace el THC, el CBD actúa como un modulador alostérico negativo de estos receptores [2]. Esto significa que el CBD puede unirse a un sitio diferente del receptor CB1 y modificar su forma de manera que cambia cómo otras moléculas interactúan con él, pero sin activarlo directamente. Además, el CBD interactúa con múltiples objetivos moleculares más allá de los receptores cannabinoides clásicos, incluyendo el receptor GPR55, diversos canales iónicos y receptores de serotonina, entre otros [2]. Esta farmacología multidiana explica por qué el CBD no produce los efectos psicoactivos asociados con el THC y por qué tiene un perfil de efectos terapéuticos tan diferente.
Psicoactividad: la gran diferencia
La diferencia más evidente entre CBD y THC es su capacidad de producir efectos psicoactivos. Cuando hablamos de “psicoactividad” en el contexto del cannabis, nos referimos específicamente a la capacidad de alterar el estado de conciencia, producir euforia o “colocón”, y modificar la percepción sensorial y cognitiva.
El THC es claramente psicoactivo. Su capacidad de unirse y activar los receptores CB1 en regiones cerebrales clave produce los efectos característicos que han hecho famosa a la marihuana: sensación de euforia, relajación, alteración de la percepción del tiempo, aumento del apetito, cambios en la coordinación motora y, en algunas personas, ansiedad o paranoia [4]. Estos efectos pueden ser deseables en contextos recreativos o en ciertas aplicaciones médicas específicas, pero también representan una limitación importante para muchas personas que buscan los beneficios terapéuticos del cannabis sin experimentar alteraciones en su estado mental.
El CBD, por el contrario, no produce estos efectos psicoactivos a dosis habituales [2]. Las personas que consumen CBD no experimentan el “colocón” característico del THC, no sufren alteraciones significativas en su percepción o cognición, y pueden continuar con sus actividades diarias normales sin experimentar intoxicación. Esta ausencia de psicoactividad es una de las razones principales por las que el CBD ha ganado tanta popularidad en Europa y en todo el mundo como suplemento de bienestar.
Es importante mencionar que, aunque el CBD no es psicoactivo en el sentido clásico, sí tiene efectos en el sistema nervioso central. Muchas personas reportan sensaciones de calma, reducción del estrés y mejora del sueño al consumir CBD. Estos efectos son reales y están mediados por las múltiples interacciones del CBD con diferentes sistemas de neurotransmisión, pero son cualitativamente diferentes de la intoxicación producida por el THC.
Aplicaciones terapéuticas respaldadas por la ciencia
Tanto el CBD como el THC han demostrado tener aplicaciones terapéuticas potenciales, aunque la evidencia científica es más sólida para algunas indicaciones que para otras. Es fundamental distinguir entre los usos respaldados por ensayos clínicos rigurosos y aquellos que se basan principalmente en evidencia anecdótica o estudios preliminares.
En el caso del CBD, la evidencia más robusta proviene del tratamiento de ciertas formas graves de epilepsia infantil. Estudios clínicos de alta calidad han demostrado que formulaciones farmacéuticas de CBD son eficaces en la reducción de convulsiones en síndromes como el de Dravet, el síndrome de Lennox-Gastaut y la epilepsia asociada al complejo de esclerosis tuberosa [5]. Esta evidencia ha llevado a la aprobación regulatoria de medicamentos basados en CBD tanto en Europa como en Estados Unidos para estas indicaciones específicas. Más allá de la epilepsia, existen investigaciones prometedoras sobre el potencial del CBD para ayudar en condiciones como la ansiedad, el dolor crónico y la inflamación, aunque la calidad de la evidencia para estas aplicaciones es variable y se necesitan más estudios para establecer conclusiones definitivas [6].
El THC, por su parte, ha encontrado aplicaciones médicas en varios países europeos, principalmente en el tratamiento de dolor crónico, espasticidad asociada a la esclerosis múltiple, náuseas y vómitos inducidos por quimioterapia, y estimulación del apetito en pacientes con caquexia [5]. Sin embargo, es importante señalar que la evidencia clínica para estas indicaciones es heterogénea y en muchos casos los tamaños del efecto son modestos. Las revisiones sistemáticas destacan que, aunque existen señales prometedoras, la calidad metodológica de muchos estudios es limitada y se necesita más investigación para definir mejor qué pacientes pueden beneficiarse más de tratamientos basados en THC [7].
Un aspecto interesante que la investigación está explorando es el potencial de las combinaciones de CBD y THC. Algunos estudios sugieren que el CBD puede modular ciertos efectos del THC, potencialmente reduciendo algunos de sus efectos secundarios adversos como la ansiedad o el deterioro cognitivo [8]. Sin embargo, esta interacción es compleja y no se produce de manera uniforme en todas las situaciones. La idea popular de que “el CBD siempre contrarresta los efectos negativos del THC” es una simplificación excesiva que no refleja la realidad farmacológica compleja de estas interacciones [8].
Seguridad y efectos secundarios
Ningún compuesto farmacológicamente activo está completamente libre de efectos secundarios, y tanto el CBD como el THC tienen perfiles de seguridad que deben conocerse.
El THC puede producir efectos adversos agudos que incluyen somnolencia, mareos, deterioro cognitivo temporal, ansiedad y, en personas vulnerables, síntomas psicóticos [5]. El uso regular y prolongado de THC, especialmente cuando se inicia en la adolescencia, se ha asociado con riesgos aumentados de dependencia, deterioro cognitivo y, en individuos genéticamente susceptibles, mayor riesgo de desarrollar trastornos psicóticos [9]. Estos riesgos son especialmente relevantes para poblaciones vulnerables como adolescentes, cuyo cerebro aún está en desarrollo, y personas con antecedentes familiares de trastornos psiquiátricos.
El CBD, aunque generalmente bien tolerado, no está exento de efectos adversos. Los ensayos clínicos han reportado efectos secundarios como somnolencia, disminución del apetito, diarrea y, de manera particularmente importante, elevaciones de las enzimas hepáticas (transaminasas) [5]. Este último efecto es especialmente relevante cuando el CBD se combina con ciertos medicamentos antiepilépticos como el valproato o el clobazam, situación en la que pueden producirse aumentos significativos de las enzimas hepáticas que requieren monitorización clínica [5].
Tanto el CBD como el THC pueden interactuar con otros medicamentos a través de su efecto sobre las enzimas del citocromo P450, el sistema principal de metabolización de fármacos en el hígado [5]. Esto significa que pueden alterar los niveles sanguíneos de otros medicamentos que una persona esté tomando, lo cual puede reducir su eficacia o aumentar su toxicidad. Por esta razón, es fundamental consultar con un profesional de la salud antes de combinar productos de CBD o THC con otros medicamentos, especialmente en personas polimedicadas.
Además, la seguridad del CBD y el THC durante el embarazo no está bien establecida. Los estudios en animales y datos observacionales en humanos sugieren que la exposición prenatal a cannabinoides puede afectar al desarrollo fetal, por lo que se recomienda evitar su uso durante el embarazo y la lactancia [5].
Consideraciones legales en Europa
El estatus legal del CBD y el THC varía considerablemente entre países europeos, reflejando diferentes enfoques políticos y de salud pública hacia el cannabis y sus derivados. Esta variabilidad legal puede resultar confusa para los consumidores.
En general, el THC está sujeto a controles más estrictos debido a su naturaleza psicoactiva. La mayoría de los países europeos clasifican el THC como sustancia controlada, aunque varios han establecido programas de cannabis medicinal que permiten el acceso a productos que contienen THC bajo prescripción médica para indicaciones específicas. El Reino Unido, por ejemplo, legalizó los productos medicinales basados en cannabis en 2018, permitiendo a médicos especialistas prescribir estos productos en circunstancias excepcionales [10].
El CBD, por otro lado, ha experimentado una evolución legal diferente en Europa. Productos derivados del cáñamo industrial con contenido de THC inferior al límite legal (generalmente 0.2% o 0.3% dependiendo del país) y que contienen CBD son legales para la venta en muchos países europeos, aunque con regulaciones variables sobre su comercialización y las declaraciones de propiedades saludables que pueden hacerse sobre ellos.
En España, la situación legal ha sido tradicionalmente compleja. El cultivo de cáñamo industrial con bajo contenido de THC está permitido bajo ciertas condiciones, y productos de CBD derivados de cáñamo se comercializan, aunque la regulación específica sobre su venta y uso continúa evolucionando. Es importante que los consumidores españoles se mantengan informados sobre la legislación vigente, ya que puede cambiar con el tiempo.
Elegir con conocimiento
Comprender las diferencias entre CBD y THC es esencial para tomar decisiones informadas sobre productos derivados del cannabis. Mientras que el THC ofrece efectos psicoactivos junto con ciertas aplicaciones terapéuticas en contextos médicos específicos, el CBD proporciona una opción no psicoactiva con su propio perfil de beneficios potenciales, respaldados por evidencia científica sólida en el caso de ciertas formas de epilepsia y prometedora en otras áreas.
Para los consumidores interesados en productos de CBD, es fundamental elegir productos de calidad de fabricantes reputados que proporcionen análisis de laboratorio independientes verificando el contenido de cannabinoides y la ausencia de contaminantes. Los productos farmacéuticos estandarizados, cuando están disponibles y son apropiados para la indicación, ofrecen mayor consistencia y seguridad que productos de mercado no regulado [11].
Igualmente importante es la consulta con profesionales de la salud, especialmente para personas que toman otros medicamentos, que tienen condiciones médicas preexistentes, o que están considerando usar estos productos con fines terapéuticos específicos. La automedicación, aunque puede ser tentadora en una era de fácil acceso a la información, no sustituye el consejo médico profesional basado en la evaluación individual de cada persona.
El campo de la investigación sobre cannabinoides está en constante evolución, con nuevos estudios que continúan revelando aspectos de cómo estos compuestos interactúan con nuestro organismo. Mantenerse informado a través de fuentes fiables y basadas en evidencia científica es la mejor herramienta para navegar este campo fascinante y en rápido desarrollo.
📚 Referencias científicas
[1] Schurman, L. D., Lu, D., Kendall, D. A., Howlett, A. C., & Lichtman, A. H. (2020). Molecular Mechanism and Cannabinoid Pharmacology. *Handbook of Experimental Pharmacology*, 258, 323-353. https://doi.org/10.1007/164_2019_298
[2] Pennypacker, S. D., & Romero-Sandoval, E. A. (2020). CBD and THC: Do They Complement Each Other Like Yin and Yang? *Pharmacotherapy*, 40(11), 1152-1165. https://doi.org/10.1002/PHAR.2469
[3] Atakan, Z. (2012). Cannabis, a complex plant: different compounds and different effects on individuals. *Therapeutic Advances in Psychopharmacology*, 2(6), 241-254.
[4] Pertwee, R. G. (2008). The diverse CB1 and CB2 receptor pharmacology of three plant cannabinoids: Δ9-tetrahydrocannabinol, cannabidiol and Δ9-tetrahydrocannabivarin. *British Journal of Pharmacology*, 153(2), 199-215.
[5] Jeevanantham, I., Menzies, S. W., et al. (2025). A comprehensive analysis of cannabis’s therapeutic potential in relation to the human body. *Asian Journal of Pharmaceutical and Clinical Research*, 18(9). https://doi.org/10.22159/ajpcr.2025v18i9.54183
[6] Cascorbi, I. (2023). Clinical Pharmacology of Cannabinoid Therapeutics: Drug Interactions and Side Effects. *Clinical Pharmacology & Therapeutics*, 114(6), 1155-1168. https://doi.org/10.1002/cpt.3037
[7] Philips, E., Erridge, S., & Sodergren, M. H. (2022). Cannabis-based medicinal products: a clinical guide. *British Journal of Neuroscience Nursing*, 18(4), 170-177. https://doi.org/10.12968/bjnn.2022.18.4.170
[8] Freeman, T. P., & Winstock, A. R. (2015). Examining the profile of high-potency cannabis and its association with severity of cannabis dependence. *Psychological Medicine*, 45(15), 3181-3189.
[9] Volkow, N. D., Baler, R. D., Compton, W. M., & Weiss, S. R. (2014). Adverse health effects of marijuana use. *New England Journal of Medicine*, 370(23), 2219-2227.
[10] Nutt, D., & Bazire, S. (2020). Current controversies in medical cannabis: Recent developments in human clinical applications and potential therapeutics. *Neuropharmacology*, 191, 108586. https://doi.org/10.1016/J.NEUROPHARM.2021.108586
[11] Srinivasan, G., & Shukla, D. (2024). Cannabis-derived pharmaceutical products: therapeutic, pharmacokinetic and clinical implications – a comprehensive review. *Indian Drugs*, 61(10). https://doi.org/10.53879/id.61.10.14528
* La información presentada en este documento tiene fines exclusivamente divulgativos y educativos. No constituye asesoramiento médico, legal ni farmacéutico, ni sustituye la consulta con profesionales cualificados. Aunque se ha realizado un esfuerzo por garantizar la precisión del contenido, pueden existir errores, interpretaciones incompletas o información sujeta a cambios. Cualquier decisión relacionada con el uso de productos derivados del cannabis debe tomarse de manera responsable y siempre bajo el consejo de un profesional de la salud.

